[ENG-SPN] Galdós in the Retiro Park / Galdós en el Parque del Retiro

One of those special places, where magic -properly understood, in its seductive sense, where the best spell is none other than enchantment- seems always ready to wait for us, crouching behind any of its infinite paths, is none other, that this space of dreams -both natural and artificial- that we, the people of Madrid, love is our precious Retiro Park.

It is, therefore, within this framework of aspirations -a metaphorical spa, whose purity relieves our lungs from the fatigue produced by the pollution of the environment- and also of inspirations -it is constantly involved in great editorial successes, from Pío Baroja to Javier Sierra- where a reference to that other great chronicler could not be missing -whose dream of reason did not produce a monster, as Goya said, but something similar, if we stick to the tragic contents of the National Episodes- who was the distinguished novelist and I think also, a lover of cats -at least, in his old age- don Benito Pérez Galdós.

Seeing him there, reclining on a metaphorical triclinium, whose guardian lions recall the old thrones used as privileged seats by many of our hieratic Romanesque Virgins, surrounded, moreover, at any time of the year -now that is magic- by a sublime forest, whose genuine blood color reminds us of the misery, but also the greatness of our History, leaves in the soul, in some heartfelt way, rational glimpses of immortality, regardless of the fact that, unfortunately, his sleeping face serves as a scapegoat for some birds, surely ominous, decide to use it as an improvised urinal where to deposit their detritus. But of course, as Julius Caesar said, before crossing the Rubicon: alea jacta est.

Uno de esos lugares especiales, donde la magia -bien entendida, en su sentido seductor, donde el mejor hechizo, no es otra cosa que el encanto- parece siempre dispuesta a esperarnos, agazapada detrás de cualquiera de sus infinitos senderos, no es otro, que ese espacio de sueños -tanto naturales, como artificiales- que ara nosotros, los madrileños, es nuestro precioso Parque del Retiro.

Es, pues, en ese marco de aspiraciones -un metafórico balneario, cuya pureza alivia nuestros pulmones de las fatigas producidas por la polución del entorno- y también de inspiraciones -constantemente se ve involucrado en grandes éxitos editoriales, desde Pío Baroja hasta Javier Sierra- donde no podía faltar una referencia a ese otro gran cronista -cuyo sueño de la razón no produjo monstruos, como dijo Goya, pero sí algo parecido, si nos atenemos a los trágicos contenidos de los Episodios Nacionales- que fue el insigne novelista y creo que también, amante de los gatos -al menos, en su vejez- don Benito Pérez Galdós.

Verle ahí, recostado en un metafórico triclinio, cuyos leones guardianes, recuerdan los viejos tronos que utilizaban como asiento privilegiado muchas de nuestras hieráticas Vírgenes románicas, rodeado, además, en cualquier época del año -eso sí que es magia- de una sublime floresta, cuyo genuino color sanguino, nos recuerda la miseria, pero también la grandeza de nuestra Historia, deja en el alma, de alguna sentida manera, atisbos racionales de inmortalidad, independientemente, de que, por desgracia, su rostro adormecido sirva de chivo expiatorio para que algunas aves, seguramente de mal agüero, decidan utilizarlo como improvisado orinal donde depositar sus detritos. Pero claro, como dijo Julio César, antes de cruzar el Rubicón: alea jacta est.

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